Secuestro en el centro comercial.
Por una banda de rumanos, el niño apareció en el
baño con ropa cambiada y el pelo rapado al cero.
- 112, piiiiiiiiii piiiiiiiiii,
- Si dígame,
- Policía
-Si dígame
- Se lo han llevado, me han quitado a mi
hijo.
- Tranquilícese.....
Diez minutos más tarde dos coches patrulla
irrumpen a toda velocidad en el centro comercial, a todo trapo, con sus sirenas
puestas, la muchedumbre se acumula en torno a la madre. Una vez efectuada la
llamada, a emergencias y en cuestión de segundos, una marabunta de personas se
acumulan en torno a la progenitora. Entre gritos, sollozos y una nube de
nervios, el agente encargado del caso no puede a duras penas enterarse de los
acontecimientos. Este le ruega tranquilidad y le pide amablemente que intente
recordar todos los detalles, cualquiera puede ser crucial para resolver el
entuerto. Lo primero que hizo, fue
dar el estado de alarma, cerrar las puertas y poner en cuarentena el lugar.
Después procedió a llamar al comisario, para recibir instrucciones más
precisas, así se descargaba de responsabilidad, un niño perdido es un caso muy
goloso para la prensa sensacionalista.
Mi niño se lo han llevado, Es lo único que repite
la madre aterrada. Con los nervios destrozados, el semblante desencajado, el agente
la intenta tranquilizarla, intenta infundirla sosiego.
En el espacio de diez minutos una nube de agentes
inicia la batida en busca del niño, la llegada del comisario reactiva a los
agentes y con un empeño sobrehumano empiezan a registrar palmo a palmo el
lugar. Con las puertas clausuradas, con la celeridad de las acciones
ejecutadas, el niño debería aparecer. Los primeros minutos son clave, si no lo
encuentran en este lapso de tiempo, todo empeora y la resolución final, siempre
suele ser funesta. El comisario toma las riendas del interrogatorio, la madre
después de unos instantes, parece recobrar la lucidez, y con ayuda, relata los
hechos; llevando el carro de la compra, donde iba el lactante, a su lado el
niño desaparecido, cuatro años, pelo rubio corto, ojos azules. Camiseta roja y
pantalones vaqueros. Ya tenían la descripción, los siguientes minutos eran
cruciales para encontrar al secuestrado. Apenas dos semanas se había informado
de cinco casos parecidos, todos desaparecidos, una banda de raptores rumanos
estaban operando en la zona centro.
Cuatro horas más tarde, y tras
las presiones de los comerciantes; domingo primero de mes en campaña de
navidad, el comisario da la orden de abrir las puertas, la madre pierde la
mirada, viendo desaparecer todas sus esperanzas de encontrar a Antonio.
Pasara a engrosar las listas de personas
desaparecidas, pasar a una carpeta de “casos si resolver”. El comisario abre
una carpeta, la banda de rumanos, se le escapa por cuarta vez. Persigue humo,
será el hazmerreír del distrito. Derrotado inicia el camino hacía su vehículo,
antes se dirige al baño, su vejiga no puede aguantar con tanta presión.
Una vez entrado en el servicio,
un niño se dirige a él, le mira y le pide ayuda, le dice que estaba jugando con
su hermano y se perdió. Tiene mucho miedo, y le cuenta que la reprimenda de su
madre le aterra.
- ¡Antonio!.
Un halo de esperanza se ve en el rostro
del comisario, recuerda la cara de la madre y mira al niño. Todo ha pasado.
Simplemente un niño perdido, una madre despistada, respiro hondo, una sonrisa
inunda su boca, en el camino de vuelta a casa.
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